Cotugno contra la Unión Concubinaria que incluye a parejas del mismo sexo en Uruguay.
URUGUAYpág. 06“EN LA EXPOSICIÓN DE MOTIVOS SE SACÓ INTENCIONALMENTE UN PÁRRAFO DEL ARTÍCULO 41 DE LA CONSTITUCIÓN”, DIJO MONSEÑOR NICOLÁS COTUGNOIniciativa legal de uniones concubinarias viola normas morales y constitucionalesSostuvo que su opinión no es personal, sino que expone la posición oficial de la Iglesia CatólicaCon el Papa. El arzobispo de Montevideo con Benedicto XVI; el Pontífice fijó la posición de los católicos ante el reconocimiento estatal de la unión homosexual“El proyecto es un atentado a la estabilidad de la familia”Siendo una situación de hecho la existencia de parejas homosexuales, ¿considera que a los efectos administrativos y sucesorios no está mal que se reconozca algo que existe en la sociedad?Comienzo por hacerle una premisa de carácter general: yo no voy a emitir ninguna opinión personal sino que me limitaré a manifestarle el pensamiento oficial de la Iglesia Católica, que tiene en el Papa auxiliado por la Congregación para la Doctrina de la Fe su indiscutible expresión. O sea, aquí lo que nos interesa es ir directamente a la fuente auténtica del magisterio de la Iglesia que está representado en el Obispo de Roma y de todos los obispos del mundo en comunión con él.Concretamente debo decirle, haciendo referencia a la declaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe del 3 de junio de 2003, cuyo prefecto era el cardenal Ratzinger: “Con respecto al fenómeno actual de las uniones homosexuales, las autoridades civiles asumen actitudes diferentes: a veces se limitan a la tolerancia del fenómeno; en otras ocasiones promueven el reconocimiento legal de tales uniones, con el pretexto de evitar, en relación a algunos derechos, la discriminación de quien convive con una persona del mismo sexo; en algunos casos favorecen incluso la equivalencia legal de las uniones homosexuales al matrimonio propiamente dicho, sin excluir el reconocimiento de la capacidad jurídica a la adopción de hijos. (…) Ante el reconocimiento legal de las uniones homosexuales, o la equiparación legal de éstas al matrimonio con acceso a los derechos propios del mismo, es necesario oponerse en forma clara e incisiva. Hay que abstenerse de cualquier tipo de cooperación formal a la promulgación o aplicación de leyes tan gravemente injustas, y asimismo, en cuanto sea posible, de la cooperación material en el plano aplicativo”.Pero aunque a una pareja homosexual no se le dé una equivalencia como una familia constituida por un matrimonio estable entre varón y mujer, ¿le parece mal que a los efectos sucesorios se reconozca una pareja homosexual?Eso en parte ya está respondido con el texto anterior. Pero además, y siempre en referencia al mismo documento, debemos decir lo siguiente. Las formas de vida y los modelos en ellas expresados no solamente configuran externamente la vida social, sino que tienden a modificar en las nuevas generaciones la comprensión y la valoración de los comportamientos. La legalización de las uniones homosexuales estaría destinada por lo tanto a causar el oscurecimiento de la percepción de algunos valores morales fundamentales y la desvalorización de la institución matrimonial.¿No es ésta una forma de discriminación?Fíjese con cuánta claridad sostenía el entonces cardenal Ratzinger en el documento citado: “Para sostener la legalización de las uniones homosexuales no puede invocarse el principio del respeto y la no discriminación de las personas. Distinguir entre personas o negarle a alguien un reconocimiento legal o un servicio social es efectivamente inaceptable sólo si se opone a la justicia. No atribuir el estatus social y jurídico de matrimonio a formas de vida que no son ni pueden ser matrimoniales no se opone a la Justicia, sino que, por el contrario, es requerido por ésta”.Al sostener usted esta postura de la Iglesia, ¿no le parece que va a traer necesariamente aparejadas diferencias entre la Iglesia Católica y el gobierno?A veces no hay más remedio. La postura de la Iglesia siempre quiere afirmar los derechos y deberes que se desprenden de la misma naturaleza del ser humano y de la sociedad. Quiero hacer referencia a un aspecto que he vivido profundamente en el Sínodo sobre la Eucaristía que se celebró en Roma en octubre del años 2005 y que ha sido recogida por el papa Benedicto en la Exhortación Apostólica Sacramentum Caritatis en el Nº 83: “Hay valores que no son negociables. Así pues los políticos y los legisladores católicos conscientes de su grave responsabilidad social deben sentirse particularmente interpelados por su conciencia rectamente formada, para presentar y apoyar leyes inspiradas en los valores fundados en la naturaleza humana. Los obispos han de llamar constantemente la atención sobre estos valores. Ello es parte de su responsabilidad para con la grey que se les ha confiado”.¿Qué pensaría si le dicen que en la sociedad se tiene que llega a un acuerdo en el que las parejas homosexuales tengan los mismos derechos y deberes de todos, aunque no se llegue a equiparar esa unión con un contrato matrimonial?Sigo pensando y sosteniendo al respecto que: “Es falso el argumento según el cual la legalización de las uniones homosexuales sería necesaria para evitar que los convivientes, por el simple hecho de su convivencia homosexual, pierdan el efectivo reconocimiento de los derechos comunes que tienen en cuanto personas y ciudadanos. En realidad, como todos los ciudadanos, también ellos, gracias a su autonomía privada, pueden siempre recurrir al derecho común para obtener la tutela de situaciones jurídicas de interés recíproco”.
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